Si nos pusiéramos a jugar un rato y en tren de suposiciones propongo: Mañana, a las 15 horas, viene por primera vez a nuestro querido planeta Tierra, una comitiva del planeta Marte a visitarnos, en son de paz, claro. Por supuesto que van a aterrizar en Washington (no me pregunten por qué, pero difícil que lo hagan en Laferrere) y allí se les contará de nuestra civilización; a saber: Que solemos tener peleas a muerte (guerras), que vivimos en grupos llamados familia, que cada uno cree en el Dios que quiera, que pagamos muy caro por los pochoclos en el cine y que solemos matarnos en naves terrestres llamadas: “automóviles”, entre otras muchas cosas.
Seguro que estos marcianos nos escucharían muy atentamente, se sorprenderían de nosotros los seres humanos y tratarían de entendernos en cada una de nuestras costumbres; ¡y por qué no!… opinar y darnos consejos. Cuando lleguemos al caso de los accidentes de tránsito creo que dirían: Che, señor humano, con todo respeto ¿no?… ¿Probaron con conducir a menor velocidad?… Luego de unos segundos, el representante humano, rascándose la detrás de la cabeza con su dedo índice diría…: ¿Será eso?
La velocidad es una magnitud física que nos dice la distancia recorrida por un objeto en una determinada unidad de tiempo. Si camino dando pasos de 1 metro, y cada paso lo hago en 1 segundo de tiempo… me encuentro caminando a una velocidad de 1 metro por segundo. Si subo a mi bici y me voy pedaleando sin parar desde Avellaneda los 30 km que hay hasta Martínez y tardo 1 hora, no hice otra cosa que realizar ese trayecto a un promedio de velocidad de 30 km/h.
1 de cada 3 accidentes de tránsito que hay en el mundo tienen al exceso de velocidad como causa principal, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además ratifica que los siniestros viales continúan siendo la principal causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años. (La Capital 5/5/17).
Pisar de más el acelerador en caminos que los conductores creen dominar puede ser la antesala a un accidente fatal. A mayor velocidad, el conductor deja de tener el control de lo que le pueda pasar al vehículo pues la distancia de reacción es mayor respecto a velocidades más bajas. Con lluvia, ir rápido puede suponer un aumento de las posibilidades de sufrir aquaplaning (perder el contacto entre los neumáticos y el asfalto por interponerse una capa de agua), algo que puede ser fatal. Además, cuando
se produce un impacto contra otro vehículo o infraestructura, se multiplica la fuerza cada vez que se aumenta la velocidad.
La vieja idea del disfrutar la conducción de un auto, ya sea por la comodidad que éste brinda o simplemente por la experiencia del paseo, pareciera que va quedando cada vez más vieja. Hoy, conducir un auto se traduce, lamentablemente en la mayoría de los casos, a subirse con el solo objetivo de llegar a destino, si es posible rápido y sin respetar al otro.
Federico González
Licenciado en Accidentología y Prevención Vial
investigacionaccidentologica@isprevi.org