En el hipotético caso que un peatón esté cruzando la calle por una esquina céntrica de Buenos Aires distraído mirando su celular, y sea embestido por un rodado que giró repentinamente;
¿Qué diríamos como espectadores del caso?:
Algo así como: — ¡Para qué iba mirando el teléfono, él se lo buscó! — ¡Cómo hizo el auto para no darse cuenta que la gente cruza por ahí! — ¡Esto pasa siempre en esta esquina porque es un descontrol! —
O un camión cargado de arena, con un conductor de avanzada edad, que baja la rampa de la autopista a velocidad reglamentaria pero que presenta fallas en sus frenos y se lleva por delante a varios vehículos detenidos en el semáforo.
¿Qué diríamos ahí?:
Algo como: — ¡El tipo es muy viejo para manejar semejante camión! — ¡Si fallan los frenos es responsabilidad de la empresa transportista! — ¡En qué país viste que un camión circule en el medio de una ciudad! —
Y así podemos seguir con muchos ejemplos más; pero la particularidad que tiene TODO accidente, siniestro o suceso de tránsito es que SIEMPRE va a ser multi-causal. Es decir, son múltiples las causas que originan un accidente, nunca son 100% una, nunca jamás. Sí puede repartirse el porcentaje, incluso a niveles muy próximos a la totalidad de una causa, pero nunca una. En accidentología vial, decimos que las causas de un accidente se enmarcan siempre en tres factores: Factor humano – factor ambiental – factor vehicular. Este es el famoso triángulo accidentológico que nos ayuda a estudiar en ese marco piramidal, todos los factores que contribuyeron al suceso vial, mejor dicho… a todos los sucesos viales, sin
excepción. Ahí es cuando al observar un accidente como los ocurridos en los últimos días en Ruta 2 y que involucraron a ómnibus de doble piso, no podemos dejar de pensar en los, infaltables tres factores accidentológicos.
Factor Humano
Es cierto que el factor humano siempre se lleva más incidencia en un accidente porque somos nosotros, conductores o peatones, los que más nos equivocamos. Somos los que tomamos alcohol y manejamos, los que no dormimos lo suficiente y manejamos, los que hablamos por celular, los que vemos el celular mientras cruzamos, los que nos adaptamos a sistemas
laborales opresivos y callamos cuando no podemos descansar 12 horas antes de volver a conducir un colectivo, los que nos drogamos y manejamos, los que cruzamos por el medio de una calle, etc. etc. etc. Tenemos tendencia a apuntar siempre al conductor imprudente o al
peatón; el factor humano resulta ser siempre el más presente, y razones existen de sobra; además es incompleto cargar las tintas sobre un sistema de frenos de un camión porque falló, esto no nos va a dejar conformes, el sistema de frenos o un neumático reventado no sienten ni
respiran, por ahora.
En el último accidente del 4 de Febrero en Ruta 2 en la curva de Samborombón, que involucró a un ómnibus de la empresa Vía Bariloche y en el que fallecieron 2 personas y 30 resultaron heridas, el factor humano resalta inmediatamente. Los conductores profesionales que conducen las unidades, deben estar descansados, atentos, sin alcohol ni drogas en sus
organismos y ser experimentados en la tarea. Por la gran labor que se viene haciendo, lento pero constante, en diferentes ONG’s, vemos que se va tomando un poco más de conciencia.
Los pasajeros antes de subir van observando y recurriendo a las diferentes herramientas para denunciar a choferes supuestamente no aptos, en tanto que las empresas reciben multas si no realizan controles internos, y los conductores son sometidos a controles sorpresivos realizados por las autoridades en las diferentes terminales. Claro que esto no alcanza, accidentes sigue habiendo, algunos choferes siguen incumpliendo lo que claramente ya conocen, algunas empresas siguen priorizando bajar sus costos recortando descansos y el Estado no refuerza controles en las temporadas altas donde, es sabido, las empresas toman personal temporario e inexperto a los cuales se les exige al máximo dada la alta demanda de pasajes.
Factor Vehicular
El factor vehicular, en cambio, es de esos puntos de incidencia que menos se presentan en un siniestro vial. Es aquel factor que involucra a las fallas mecánicas en los rodados, o a la conformación estructural de esos rodados. Es difícil de determinar este factor, es incómodo y es siempre discutible para la otra parte que participó del accidente. Achacarle todas las
responsabilidades a una rótula de dirección porque se colapsó e hizo que el auto despistara y atropelle a un peatón, es complejo. O depositar las culpas en la carga pesada de un camión que hizo que los frenos no actuaran eficientemente, también es “molesto” ¿Acaso el conductor de ese camión no es el responsable de su carga y del mantenimiento de sus frenos?
¿El tipo no se dio cuenta que lo cargaron de más y que cuando frenaba algo raro pasaba? ¿No es un ser humano el que debe chequear si las condiciones del vehículo son las óptimas? ¿O es el Estado que a través de las VTV (Verificación Técnica Vehicular) solucionó la cuestión?
Cuando escuchamos que un micro de doble piso volcó en la ruta, inmediatamente asociamos la causa a la altura de esos micros. Y está bien. Y es claramente un factor vehicular. No hay duda que son más propensos a volcar ante situaciones que combinen maniobras bruscas, exceso de velocidad y/o mordedura de banquinas descalzadas; ya sea todas estas situaciones juntas o algunas de sus combinaciones. Sumemosle un riesgo creciente si el ómnibus no cuenta con un sistema de estabilidad ESP (Sistema electrónico de estabilidad).
¿Pero es este factor vehicular el único? Si el accidente de Samborombón se produce exactamente en las mismas condiciones pero con un micro de simple carrocería, ¿este no hubiera despistado, caído al zanjón y ocasionado muertos y heridos? La respuesta es no. Podría haber ocurrido lo que ocurrió también en un micro simple, pero esto no quita que el
riesgo crece al intentar maniobrar en esas condiciones un vehículo con un centro de gravedad más alto y sin un sistema de estabilidad ESP.
Factor Ambiental
Por último tenemos el factor ambiental. Es ni más ni menos que lo que rodea al accidente, es decir: el clima, el camino, la señalización, y todo elemento que participe en la escena. Este suele ser el factor “caro”, económicamente hablando. El factor que las autoridades suelen
pasarlo por alto. Yo puedo ser el mejor conductor, experimentado, abstemio, atento, responsable y estar totalmente descansado; y a su vez, me toca conducir un ómnibus cero kilómetro, de doble piso, con control de estabilidad ESP y cinturones de seguridad en todos sus asientos, una “joya”. Pero resulta que me arrojan una piedra al parabrisas, o un pasajero me
vuelca su café encima, o un vehículo me encierra o un animal se cruza… el camino debe ayudarme a reducir daños, debe contenerme, encausarme; debe procurar, gracias a su conformación y mantenimiento, que los daños que indefectiblemente se produzcan, sean los menores.
Una banquina descalzada, un mal asfalto, o la falta de señalización en la proximidad de una curva, pueden ser factores ambientales determinantes. Y si volvemos a este último accidente de Ruta 2, y unimos a la falta de descanso de los choferes (factor humano) con la riesgosa altura de la carrocería del ómnibus (factor vehicular), estamos ante la presencia de dos puntos importantes pero que les falta la otra pata que conforma el cóctel: la altura de los guard-rails.
Evidentemente, la composición de las barreras contenedoras reglamentarias (guard-rails) en la curva de Samborombón, parecieran no ser lo suficientemente altas y robustas como para contener dentro del tramo asfaltado, a un ómnibus con 60 pasajeros que tiene un centro de
gravedad alto. Si a todo esto le sumamos que tras esos guard-rails se encuentra un zanjón profundo que retarda el contacto de la carrocería haciendo que ésta golpee con más fuerza al caer, el factor ambiental termina llevándose gran parte de la responsabilidad en este siniestro.
Los peritos en accidentología vial solemos repartir la incidencia de los 3 factores en un accidente, y particularmente cuando escucho el despiste y vuelco de un micro de larga distancia de doble piso, se me dispara automáticamente preguntar en qué ruta ocurrió.
Las condiciones físicas y laborales de los choferes las reconozco, las experimenté y las creo cada vez más trabajadas, con vistas a mejorar pero de manera muy lenta. La solución es a largo plazo. Las características de la carrocería de doble piso, el sistema ESP y los controladores de velocidad que poseen los ómnibus, también los veo mejorar; aunque el uso obligatorio de carrocerías simples por parte de las empresas sería una cuota importante para bajar los accidentes. La solución también es a largo plazo. Pero la creación y el mantenimiento de caminos seguros por parte de los Estados no se ven, es más, se cae y se retrocede. Y lo más penoso es que la solución está a la vuelta de la esquina.
Hace años que nuestro país padece una crisis severa en materia de circulación vial.
Conductores y peatones se exponen en la vía pública a situaciones que realmente son graves.
Nuestra sociedad deberá tomar conciencia del problema y exigir constantemente medidas paliativas y políticas de implementación efectivas que actúen siempre y en la misma proporción atacando a los tres factores: Humano-Vehicular y Ambiental. ¿Cómo? Usando otro trío de tareas: Prevención – Control y Sanción.
Federico González
Lic. En Accidentología y prevención Vial